Cristóbal Colón: El tambor de Virgilio
/La artesanía de tambores es uno de los secretos mejores guardados de Puerto Rico. La tradición de fabricación de instrumentos de clase mundial lleva al menos seis décadas. Uno de sus principales exponentes, Cristóbal Colón, falleció el lunes 28 de junio a eso del mediodía en el Hospital San Pablo de Bayamón, muy cerca del Residencial Virgilio Dávila, donde vivió toda su vida. Tenía 72 años.
Cristóbal creció en un ambiente de mucha música que incluían promesas anuales a los tres Santos Reyes que sus padres Don Gerónimo y Doña Angelina hicieron por años, reuniendo al mejor talento de la época y en las que muchos recuerdan a figuras como Chuíto, Ramito y Moralito, entre otros. Cristóbal hizo su primer tambor en la escuela superior Muñoz Rivera como parte de la clase de artes industriales. La motivación vino gracias a su hermano Manuel, quien fue uno de los primeros en llevar una tumbadora al residencial.
Cristóbal también fue un gran tumbador. Tuvo una agrupación que se llamó Colón y los Latin Zepia, que tuvo como cantante al timbalero Carlitos Lara y la dirección musical del trompetista Luisito Maysonet, quien años después fallecería en aquel accidente de auto junto a la orquesta de Raphy Leavitt y que inspiraría la composición “La cuna blanca”. Poco después, Cristóbal se concentraría en la fabricación de instrumentos, principalmente tumbadoras, panderos, tambores batá y bongós, entre otros. Como muchos otros, acostumbraba a utilizar los barriles de la empresa Bacardí para la construcción de tambores en madera de roble. De alguna manera, estos artesanos comenzaron las prácticas de economía circular y reuso que hoy son tan comunes.
Su constante búsqueda le permitió algunas innovaciones importantes en la forma de fabricar instrumentos. Por ejemplo, experimentó con una anilla para el cuero cuya curvatura permitía mayor comodidad para los percusionistas, algo que luego sería estandarizado por múltiples compañías. También se las ingenió para un sistema de afinación donde las bases de los ganchos iban sobre una de las anillas, evitando bases adicionales de metal que requieren atravesar la madera con tornillos. De hecho, sus quintos con 7 tensores permitían un registro agudo sin agotar los bajos que produce un tambor de ese tamaño, algo que algunos percusionistas todavía recuerdan y no pueden explicar. Como último detalle curioso, Cristóbal cubría la base de la tumbadora con corcho, algo que facilita la resonancia y que hoy las empresas hacen a base de goma o plástico. En fin, desde su apartamento #28 en edificio 3 de Virgilio (como anunciaba su sello promcional), logró grandes cambios que hoy celebra la comunidad de percusionistas. Por eso, es común encontrar fotos de sus tambores bajo las manos de Giovanni Hidalgo, Richie Flores y muchos otros.
El pasado viernes, mientras daba seguimiento a varias personas que lo habían visto recientemente y a quienes les había manifestado mi interés de encontrarlo para entrevistarlo, recibí la noticia de su fallecimiento. Quedan sus tambores, los grandes músicos para quienes sus instrumentos fueron vehículo para el virtuosismo y los recuerdos de muchas rumbas dentro y fuera de Virgilio. Los artesanos de percusión, siempre detrás de los instrumentos, y estos a su vez, detrás de los músicos, ha sido poco visibles en la historia musical de Puerto Rico. Este contexto es una gran oportunidad de visibilizarlos, celebrarlos y dar a conocerlos entre futuras generaciones que continuarán su legado. Descansa en paz Cristóbal Colón, el tambor de Virgilio.
*Gracias especiales a Luis Colón y a Giovanni Hidalgo por su valiosa aportación a este escrito.